jueves, 1 de septiembre de 2011

Realidad o Verdad



Hoy en día vivimos en un Perú que, si no es conformista y mediocre en su totalidad, lo será si persistimos en continuar con políticas de corto y barato plazo, políticas que visten un santo desvistiendo otro, políticas que sólo benefician a algunos cuantos.

La ciudadanía, aún obteniendo lo mejor que pueda darle el gobierno, no ha valorado lo que realmente debería de cambiar en una sociedad, y eso es su gente, su actitud de ser mejores cada día que pasa.

La “ciudadanía de deberes” es como le llamó el presidente Nicolás Sarkozy a los suyos, y es verdad. Si lo aplicamos a nuestra realidad, podemos observar que hoy en día el “ciudadano” peruano se preocupa más por defender sus derechos que por cumplir con sus deberes, causal por supuesto de decremento de la persona. Si no aportamos y optimizamos nuestros deberes, jamás podremos tener derecho de reclamar. Podríamos realizarnos la siguiente pregunta: ¿aporto lo suficiente, para que el gobierno pueda darme lo justo? Claro está que es una pregunta muy indirecta para la propia persona, pero nos ayuda a darnos cuenta que la persona es la primera en cambiar y no el gobierno de turno.
Todo esto ha favorecido el individualismo, nadie se preocupa por el bien común, sólo pensamos en nuestro bienestar, y por cierto, ¿qué bienestar obtenemos? cuando observamos que nuestras ciudades se caen a pedazos en valores, y ni que hablar de la virtudes como ejes de crecimiento personal y social.

Por otro lado, observamos que el peruano es una persona sin civismo, y esto da mucho que pensar. El civismo comienza cuando todo lo que hacemos lo hacemos con una meta en común, un crecimiento social en busca del bien común, si no podemos apreciar que se acrecienta la brecha entre ricos y pobres.

Antropológicamente hablando, el hombre peruano es eminentemente trabajador, pero por desgracia, en los últimos años y con las nuevas tecnologías se ha visto un decremento en todo esto. Encontramos personas que no valoran su actuar, su trabajo, sólo son simples asalariados que lo único que buscan es el dinero. Toda sociedad, en especial nuestra sociedad peruana, debería de buscar un fin trascendental en su trabajo. Buscar desarrollarse, de disfrutarlo y surgir con él.

Así como especialmente pedimos derechos, también debemos cumplir con nuestros deberes. La sociedad peruana busca un crecimiento general de la persona, y todo empieza por casa, para luego fortalecerse en la escuela.

La comunidad mundial se maneja en base a una línea guía, y esta es la globalización, pero qué implica todo esto: muy fácil, estar a la vanguardia en la tecnología y en el desarrollo de las actitudes de las personas. De nada sirve obtener muy buena tecnología si nuestra gente no cambia tu actitud para con el trabajo, para con su propio y común desarrollo.

Pero la persona que no crece y fortalece su identidad, nunca mejora. Todos tenemos el deber de formarnos una identidad, y el derecho que se nos ayude a formarla. Dicha identidad tiene mucho que ver con nuestra axiología, la cual permite obtener beneficios mutuos y crecimiento como persona y sociedad. Y esto debemos inculcarlo desde nuestras escuelas, en las que debemos hacer valorar lo que es cada persona. Valorar sus potencialidades, optimizarlas y volcarlas a beneficios de todos, y más aún desde el propio hogar.

La escuela, hoy en día, debería de actuar de esta manera, pero surgen interrogantes: ¿el Estado, vela por esto? ¿Nosotros, los docentes, estamos en línea con lo mencionado? ¿Podemos como sociedad, crecer en civismo e identidad como pueblo? Todo esto debería verse reflejado en nuestro currículo educativo, que por cierto está mencionado en los 6 objetivos para el año 2021, pero mientras tanto, qué hacemos. ¿Acaso el escribir todo esto en un papel ayuda? No ciertamente, pero sí beneficia que los propios docentes y todos los agentes educativos tomen conciencia de su actuar en el aula.

Hemos hablado de identidad, globalización, ciudadanía de deberes, civismo, individualismo y actitudes, pero no debemos dejar de mencionar algo que hoy en día se ha perdido, y que es causante de no saber cuándo y dónde terminan tus derechos y donde comienzan tus obligaciones, me refiero al respeto.

El respeto es un valor muy manoseado por todos nosotros. Recordemos, que respeto no quiere decir sólo saludos de buenos días, o ser cortés. No. El respeto va mucho más allá. Cuando un político propone y defiende derechos que él mismo nunca cumple, esto es falta de respeto. Cuando vemos que un congresista ofrece alcantarillado, luz o agua a una población sabiendo que todo esto no depende de él, demuestra una falta de respeto. Cuando un docente no prepara adecuadamente sus actividades de aprendizaje y por ende sus sesiones de aprendizaje, eso demuestra una falta de respeto. Entonces el respeto tiene que ver con la axiología que uno profesa, con la convicción y coherencia de vida, conociendo en todo momento los resultados morales a que conlleva y asumiendo con responsabilidad las consecuencias

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